DESPIDIENDO
A ROSA . UNA EXPERIENCIA VITAL Y DOCENTE
Rosa
nos ha dejado faltándole u mes para cumplir los 105 años. Rosa era
una mujer simpática, enérgica, lúcida hasta el final. Le agradaba
hacer ganchillo y plantar en la tierra de las macetas huesos de
frutos que comía, de melocotón, dátiles, olivas, nísperos,
disfrutando de ver cómo germinaban y de regalarnos estos brotes de
vida para ponerlos en la consulta.
No
se puede decir que tuviera patologías concretas ni tampoco tomaba
ningún tratamiento de forma crónica, ni le gustaba tomar
medicamentos. Era viejecita, en la CIE-9, senectud. Íbamos a
visitarla periódicamente. Era consciente de que su vida era finita y
que cada vez se aproximaba más el día de su despedida. Notaba que
no veía bien y sus manos temblaban para hacer ganchillo, sus piernas
con un importante genu varo no la sostenían de pie, tragaba los
líquidos con dificultad, se notaba cada vez con menos fuerzas.
Y,
quería dejarlo todo bien dispuesto. A raíz del fallecimiento de una
vecina a los 102 años en el hospital, contactó con nosotras y dijo:
“ Cuando llegue mi momento, no me haga lo mismo que a Pilar y no
me mande a ningún sitio. Me pase lo que me pase quiero estar en mi
casa y recibir los cuidados de mi médico y enfermero de cabecera,
aceptando las limitaciones de la medicina rural, pero sin salir de mi
casa. ¿Qué tengo que hacer o dónde tengo que firmar?. Le
explicamos la posibilidad de hacer el Documento de Voluntades
Anticipadas. Vino a domicilio la Trabajadora Social y al cumplir los
100 años lo tramitó. Desde entonces, incluso cuando se fracturó el
húmero, se le trató en casa con resolución y una buena
recuperación funcional.
Un
día llamó a domicilio porque veía a gente en su casa, personas
mayores y niños que le hablaban de forma amigable. Se descartó
patología infecciosa y otros procesos intercurrentes. Llevaba unos
días que se sentía sin fuerzas y con más dificultad para deglutir
y con edemas en las piernas por su insuficiencia cardíaca. Tanto
ella como nosotros pensamos que nos encontrábamos en los últimos
días. Pidió a su hija que pusieran en el cementerio esa foto que
le hicieron el día que cumplió los 100 en la que estaba tan guapa
con un ramo de 100 rosas rojas, para que fuera la admiración de los
visitantes en el día de todos los santos.
Se
le dio tratamiento sintomático, cuidados paliativos integrales con
un buen apoyo tanto a ella como a su familia, una buena información
y el soporte emocional de nuestra presencia y acompañamiento. Se fue
dulcemente, sin estridencias, con paz y naturalidad, dando las
gracias. Y, su familia que estaba informada y preparada le dijeron
adiós igualmente en paz, con naturalidad, con amor y sin
aspavientos. Y también como personal sanitario estuvimos presentes
en su gran agradecimiento.
Se
fue apagando poco a poco como una vela, a la par que se fue mustiando
en la consulta la palmera del hueso de dátil que nos regaló. El día
que se fue, cayó la última hoja.
La
Médico Residente que fue partícipe del proceso, verbalizó que fue
una experiencia profesional preciosa, inigualable, la más formativa,
que la había hecho sentir bien e importante como médico de familia.
No sospechaba que además de aprender a curar, fuera tan gratificante
asumir la función de cuidar, respetar la autonomía del paciente y
ayudar a bien morir.
Sirva
esta despedida para hacer una reflexión sobre la importancia de los
cuidados paliativos, rompiendo una lanza a favor de la labor que
desempeñan los Médicos de Familia a la cabecera de los pacientes,
especialmente en zonas rurales dónde no llegan las Unidades de
Hospitalización Domiciliaria, aceptando la historia natural de las
enfermedades, dando cabida a la desmedicalización, la deprescripción
y la deslocalización del hospital, teniendo en cuenta que los
cuidados paliativos se dirigen a personas con procesos no
oncológicos.
Acabaríamos
haciendo un llamamiento a la cordura y la racionalización de la
asistencia sanitaria, incidiendo en la importancia de la labor de los
Médicos de Familia y el papel preponderante de la Atención
Primaria, evitando derivaciones innecesarias de ancianos tanto
procedentes de la atención domiciliaria como de residencias y
encarnizamiento terapéutico que no va a llevar a mejorar su
esperanza ni calidad de vida ni de muerte. Y, tal vez sí va a
suponer someterlos a los riesgos de una hospitalización evitable, o
de mayor iatrogenia, inclinando el peso de la balanza de
resigo/beneficio hacia los riesgos,inconvenientes y menor coste
eficiencia tanto económica como clínica y social.
No
más es mejor. Hay ciencia, conocimientos, buena praxis y calidad
asistencial también fuera del hospital, en Atención Primaria.
Gloria
Rabanaque Mallén
Adoración
Borrell
Aprovechamos para ofreceros el enlace al programa de Salvados sobre la ‘La buena muerte’. Presenta las controversias y los puntos de vista ofrecidos por varios
profesionales de la medicina desde distintos enfoques y recoge el testimonio de Carlos M.,
enfermo de ELA que reclamaba su derecho a morir
de la manera más digna posible.
También recomendamos los documentales llamados "tabú" de Jon Sistiaga. Entre otros, "al final, la muerte"
https://www.youtube.com/watch?v=_DUWxXjc7HQ
https://www.youtube.com/watch?v=_DUWxXjc7HQ
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